por Alicia Belloso
Vestí mi cuerpo con la palabra. Ésta no me dio tiempo a desdoblar las hojas del almanaque. Cada mañana sentía latir la espina que me hería lentamente, el escondite falso donde me acunó el viento y enjugó estas lágrimas interrogantes que llevo desde que nací. Noches cubiertas de duendes y fantasmas me arrastraron hacía un mundo irreal de pasiones incontrolables. Besos que se retorcían en mi cuerpo, formando un extraño anillo como una serpiente venenosa. Atormentada por un tremendo erotismo pasional, no podía sofocar el fuego ardoroso de mi cuerpo, una realidad poética no entendida por esa sociedad pacata. Mis versos eran un puñal de sangre, lamiendo los rostros de esas niñas escondidas en sus alcobas con sus vestidos blancos manchados de deseo, me llevaron a no vislumbrar la muerte acosándome.